La cruda realidad nos alcanza de forma inexorable. Hace tan solo unos meses empezaba la verdadera preocupación mundial por el impacto de la mano humana en el cambio climático.
La preocupación por cómo nuestra influencia sobre la naturaleza está acabando con la vida saludable y con nuestro entorno estaba comenzando a ser tenida en cuenta por gobernantes de todos los países, con mayor o menor éxito.
Sin embargo, la pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto la absoluta necesidad de que nos tomemos en serio nuestro entorno. El ser humano debe dejar de contaminar el planeta y, lo que es mejor, actuar en su entorno para contribuir a la sostenibilidad y a mejorar la calidad de vida.
No hay forma de evitarlo. El concepto de la vivienda ha cambiado considerablemente y con él la necesidad de hacer una jardinería sostenible, un paisajismo integrado y un espacio común verdaderamente útil. Convertirse en “verde” es una prioridad que muchos ya han comenzado a aplicar a sus vidas. También las empresas que tienen que ver con la creación de las ciudades y con la construcción de viviendas.
En este sentido, me siento orgullosa de haber iniciado hace bastante tiempo la creación de proyectos de paisajismo y jardinería que tienen un sentido para la vida del habitante de la vivienda: árboles frutales, zona de huertos, plantas de hierbas aromáticas para usar en gastronomía… En definitiva, un jardín que no solo es para el paseo y la contemplación, sino que también adquiere un uso útil y un cuidado con responsabilidad porque de ello dependerá la calidad del fruto que se obtenga. Un jardín que además de ser decorativo implica una forma de vida de este nuevo habitante de la ciudad que busca un entorno amigo y, sobre todo, útil y sostenible.