24 ENERO, 2016
¿Qué es un jardín? ¿para qué sirve un jardín…? A simple vista resultan preguntas muy obvias y de rápida respuesta. Para el común de los mortales, un jardín es un espacio más o menos grande en el que se disponen con mayor o menor acierto y gusto una serie de plantas y algunos otros materiales.
¿Para qué sirve? ¿Para disfrutarlo? ¿Para el ocio?…
Para mí un jardín es mucho más, va mucho más allá. Para mí un jardín es, debería ser una obra de arte….y como tal un contenedor de sentimientos, un cúmulo de sensaciones. El jardín es para los sentidos.
Vista, oído, olfato, gusto y tacto, como los cinco sentidos claramente conceptuados… percepciones, sensaciones y magia que por momentos nos sumergen en un mar de emociones de difícil clasificación.
Vista para percibir los colores en su amplia gama de tonos y matices. Así, dejando al margen la obviedad del colorido de las flores que nos reglan bellos momentos que desde el blanco más puro y sencillo de una Rosa iceberg hasta los últimos cultivares de Tulipán de un negro casi zaíno (tulipán “Queen of the night”) nos hacen recorrer todo el espectro del color.
Además de estos regalos existen otros quizás más sutiles y son aquellos tonos y matices que del color verde se desprenden. La elegancia y sobriedad de un jardín “en verdes” resulta difícilmente inigualable.
Oído para alertarnos de llegadas, para avisarnos de imprevistos o sencillamente para sumirnos en un cúmulo de sensaciones tan sólo percibidas a través de nuestros oídos.
Si aún no lo ha disfrutado, les animo a “oír y escuchar” al jardín… Cierro los ojos y hoy sigo deleitándome con una tarde de otoño previa a una de esas tormentas que todo lo revuelven y me viene a la memoria ese bosque de bambú con su recurrente batir de cañas y hojas…., sencillamente mágico.
Olfato que nos traslada a momentos y lugares evocadores. Desde el delicado perfume que exhalan las pequeñas flores del Cyclamen Persicum o del Muget de los valles al penetrante olor del jazmín o de la dama de noche, los perfumes y esencias que destilan las plantas y flores proporcionan momentos de carnal sensualidad. No en vano el mundo del perfume y la cosmética marca en la piel humana la huella de estos delicados emisores.
Gusto. ¿Quién no ha creído morir de placer al saborear unas maduras frambuesas o un aromático tomate recién arrancado de su mata?, ¿quién ha podido resistirse a la tentación de mordisquear un aterciopelado melocotón o unas dulces y turgentes uvas…?
Podemos ir un poco más lejos y atrevernos a saborear la delicadeza de unos pétalos de capuchina, violeta o rosa o recoger en nuestras bocas el dulce néctar que destila el cáliz de la Salvia Grahanii.
Tacto, quizás sea de todos los sentidos el menos inmediatamente perceptible en un jardín, pero con total seguridad es el que más emociones provoca.
Caminar descalzo por una fina y húmeda pradera de bermuda a los pocos días de ser cortada, tocar el terciopelo de los pétalos de las rosas antiguas, hacer crujir entre los dedos las carnosas hojas del jazmín de estrella o del laurel, acariciar como si de una sedosa melena se tratase las matas de gramíneas justo en el momento previo a su floración, modelar y recorrer la redondez de unas ciruelas o de unas suaves y lustrosas manzanas.
No sé…escribo de noche y espero el amanecer para descubrir nuevas y poderosas sensaciones que añadir….
De todas estas experiencias y sensaciones bebe y se nutre el jardín o al menos así entiendo yo que debería ser.
Por Laura Pou